Camilo

Hace unos años (muchos, pocos?), sería el 96, cuando entre a trabajar en Clarín Digital, el primer día me presentaron a Anibal, el programador más top que había por ahí. Además de programar, Anibal tenía la costumbre de limpiar sus gafas con jabón, ese de los baños de las oficinas. En fin, pero iba a contar el porque de “cameijei” y no “cameijeiras” o “camilo.ameijeiras” o similar. Total, que al Anibal me dice, “necesitas una dirección de mail” y se sienta frente a una Silicon Graphics de un color violáceo, un poco antigua, pero que aún imponía respeto. Línea de comando, y me dice: “nombre?”. Era el 96, a duras penas tendría un hotmail y el concepto usuario tampoco estaba muy aclarado (al menos para mí). Me dice: “acá siempre ponemos la primera letra y el apellido”, a lo cual pido el completo “cameijeiras”. Anibal: lo siento, sólo 8 caracteres. Había otro compañero, Agustín, que a veces repetía sonoramente “8-3”, en referencia a los nombres de los archivos para una página web, 8 de nombre, 3 de extensión.

8-3! En este caso de usuarios de correo del Unix de la Silicon, 8, solo 8 caracteres. Pues te pongo cameijei@clarin.com.ar, teclea raudo el Anibal.

Y de ahí, empecé a ser cameijei. Fue una época muy divertida, de registrarnos en cuanto chaparratada iba saliendo, como el Solaria, un aburridísimo y primitivo juego online de estrategia y guerra, fondo negro y letras verdes y demasiada imaginación. No es que me guste mucho, ya que no es ni chicha ni limonada, a veces complicado en la pronunciación y en el tecleo. Pero ya lo usé tantas veces que así quedó. Tanto que por una vez en el Vimeo veo que el usuario “camilo” estaba libre, y al final me dio cosa, me quedo con el cameijei.

Por cierto, todo esto fue porque perdí el camilo@hotmail.com. Lo había registrado en el 94, en los ordenadores con conexión a Internet del pabellón I de la Universidad de Buenos Aires (ciencias exactas, que eran unos adelantados), Windows 3.11 logicamente, y el Hotmail que no era lo que es. No era de Microsoft aún y su logo jugaba con la novedad de un webmail. Ponían HoTMaiL, en clara alusión al HTML. Era feo, lentísimo y no andaba para nada. Y como era gratis (año 94, todo era muy raro, incluso que fuera gratis, que hoy es lo más corriente del mundo) si no entrabas a los X días a revisar el mail, zas, se cargaban tu cuenta. Y así perdí el usuario “camilo” en Hotmail.

Al final este post me quedó como las historias que les cuento a los peques de vez en cuando. Los sorprendo con cosas como “cuando era niño, no teníamos consola en casa y los vídeo juegos estaban prohibidos en Buenos Aires, a veces viajábamos con el abuelo a la provincia para jugar” y se quedan perplejos (la verdad es que yo también al recordar tan ridícula prohibición). Gracias al museo de londres les pude mostrar la consola que tenía Maury y que a veces me dejaba jugar.